martes, 5 de enero de 2010

Un día en la vida de un editor

El fundador y director de la prestigiadísima editorial Anagrama, Jorge Herralde, se despierta en general a las 9 y media de la mañana. "Aunque, no por justificarme, sino para situar el tema, casi nunca apago la luz antes de las 3 ó 4 de la madrugada". Ya en pie, tras la higiene, desayuna algo ligero (jugo de naranja y café) y revisa rápidamente dos periódicos. Luego se dirige a su oficina para estar ahí alrededor de las 10 y media. "A doce minutos a pie desde casa, a tres o cuatro en coche".
Para el editor, la organización de Anagrama es, en gran medida, radial: despacha bilateralmente con las personas responsables de área. "Cuando entro, Marta, en la recepción, me informa de las llamadas, saludo a la gente de administración, Noemi, Josep María, Paula, Emma y mi asistente Cristina. Voy a mi despacho, Noemi me trae los e-mailes, los faxes, el libro de firmas con cosas urgentes.
Después de un repaso rápido, ejecuta la primera parada en la sala de máquinas, "la habitación donde están Izaskun, la responsable de producción, con la que comentamos decisiones más urgentes", luego reunión con Teresa, que está en Anagrama desde finales de los ochenta ocupándose de la redacción, prepararación y seguimiento de los manuscritos en lengua española, y de encargar las traducciones, todo ello hasta fotolitos. "Con el tiempo se ha formado un equipo bastante estable de colaboradores externos, aunque uno de ellos, Francisco, con frecuencia se encarga de sus tareas en la propia editorial, para llevar a cabo las correcciones de estilo y de pruebas". Mientras los libros están en proceso de impresión, Izaskun paralelamente ha puesto en marcha el proceso de portadas (grafista, grabador, plastificador) que confluyen con la "tripa" en el encuadernador. "Trabajamos con los mismos proveedores desde hace mucho tiempo, por ejemplo con Grafos, el impresor de las portadas, desde casi los inicios, hace treinta años, lo que facilita mucho las cosas, conocen nuestras exigencias, nuestras manías".
Herralde regresa a su despecho para realizar llamadas casi diarias con sus dos distribuidores allá en la antaño llamada Madre Patria: Miguel de Antonio Machado Libros, de Madrid, y Celia, de Enlaces Editoriales. Posteriormente más llamadas: autores, agentes, colegas, etcétera, junto con la revisión de correspondendencia y de citas. "Lali, en la otra punta de la editorial, me informa de las novedades de contratación extranjeras, de las que se ocupa, de sus conversaciones con autores".
Más adelante, el considerado el mejor editor literario del mundo hispano, después del desaparecido y mítico Carlos Barral, efectua la revisión periódica con Josep María de la lista actualizada de ejemplares que no se han podido entregar por falta de existencias, además de los envíos a Machado (que distribuye en Madrid) y a Enlace (que distribuye en Cataluña y el resto de España). Aquí cabe mencionar que Anagrama exporta directamente a América Latina, Europa y Estados Unidos. "Cada mes se cruzan las listas de reediciones sugeridas por Machado y Enlaces Editoriales y las carencias en América Latina. Germán, el jefe de almacén, nos informa del estado de las existencias, y se deciden las reediciones".
Como el distinguido en 2oo2 con el Reconocimiento al Mérito Editorial de la Feria del Libro de Guadalajara se quedó en la era del boligrafo, Cristina y Paula tienen como trabajo adicional el descifrar sus textos (cartas, contraportadas, artículos, entre otros).
En otro momento del día, despacha con Ana, la jefa de prensa, y con Lluis, responsable de contabilidad, las llamadas, los repasos de prensa, envíos de prepublicaciones, calendarios de ruedas de prensa, visitas de autores y otros aspectos de su actividad promocional.
Antes de salirse, breve reunión con Susana, su lectora matutina. "Los escasos manuscritos que pasan la primera y severa criba se envían a nuestros lectores, también escasos". Si no hay alguna comida de trabajo, almuerza con Lali en casa. Por la tarde, si no hay alguna reunión fuera de la editorial, sigue el curso habitual de las las cosas cotidianas que conforman el trabajo diario.
Los días con rueda de prensa, casi una semanal en promedio, el formato común es asi: llegan al Hotel Condes de Barcelona Ana y Jorge Herralde, posteriormente van arribando los periodistas y fotógrafos, más adelante los autores posan (sentados, escalera, al aire libre). Se hace el recuento, algunas llamadas de recordatorio de última hora y empieza la rueda de prensa con notable puntualidad al mediodía. "Nos sentamos en torno a una mesa, larga y ancha, sin jerarquía, disposición horizontal, el autor en el centro de uno de los lados largos y yo, a su izquierda, leo una cuartilla escasa, de introducción: un recordatorio del escritor, o nueva información, o posibles vías de enfoque a la obra. Después, speech del autor y empiezan las preguntas".
A las ruedas de prensa asisten regularmente varios medios de comunicación, desde radidifusoras y medios impresos, hasta agencias españolas y latinoamericanas, así como alguna revista literaria. "Muchas veces acuden los mismos periodistas; con tanta continuidad durante años, conformamos todos una especie de familia, un 'teatro stabile', con un alto grado de interés, con los libros casi siempre leídos (otra cosa es la cancha que les concedan los 'desbordados' jefes de cultura de los periódicos). Una atención acogida con cierta sorpresa por muchos autores, poco habituados a tanta avidez (aquí no falta algun comentario desfavorable respecto a la prensa madrileña, más correosa y escéptica, se dice). La ceremonia dura una hora, hora y media, excepto algún caso, como el de José Antonio Marina, que podría embobar y de hecho emboba al auditorio todo el rato que quiera".
Tras la rueda de prensa se van con el autor a la librería La Central, muy próxima al lugar. "Los autores no barceloneces se quedan estupefactos ante la cuidadísima selección de los títulos, con gran abundancia de ediciones en otras lenguas: todo libro de cierta importancia literaria y cultural que aparece en los suplementos literarios extranjeros, al poco tiempo ya está en la librería. Varios de los autores visitantes, como Roberto Calasso o Sergio Pitol, se han convertido luego en clientes asiduos de La Central vía Internet".
Posteriormente, almuerzo en el restaurante Tragaluz, también muy cerca, al que se une Lali, que ha bajado de la editorial. "Cuando el autor es maño, la comida es más gregaria. Se unen paisanos y amigotes. Pongamos que se trata de Félix Romeo: el acompañamiento óptimo lo formarían (Ignacio Martínez de) Pisón, (Javier) Tomeo y (Enrique) Vila-Matas, y si están en Barcelona, David Trueba y Luis Alegre. También latinoamericanos, si el presentado era Roberto Bolaño. No andarán lejos Rodrigo Fresán e Ignacio Echevarría".
Al terminar el almuerzo, siguen las entrevistas individuales con el autor, mientras todos los miembros del equipo del autor de Opiniones mohicanas regresan a la editorial. "A las siete nos marchamos y si no hay alguno de los muchos compromisos, presentaciones, cócteles, cenas, me recluyo en casa. Ocupaciones habituales: lectura de la prensa cultural española extranjera (Anagrama está suscrita, como es natural, a numerosas publicaciones), atención más o menos flotante (o muy atenta en los partidos de futbol) a la televisión, que actúa a modo de túnel de lavado tras tanta letra, y en algún momento, después de cenar, lectura para la editorial o para exclusivo placer personal (en dicho caso, ensayos y textos memorialísticos sin excepción)".
En las invitaciones que organizan conjuntamente con el Instituto Francés y el Británico, las ruedas de prensa tienen lugar en el propio instituto. "Luego, por la tarde, la conferencia del autor y antes la busqueda del presentador, repasando reseñas, recordando afinidades electivas. Tras las conferencias, las cenas: en el piso del director del Instituto Francés o en el restaurante Olivé, sede habitual en dichos casos del director del Instituto Británico".
Éste es el menú de los días laborales del también ganador de la distinción de Oficial de Honor de la Excelentísima Orden del Imperio Británico. "Los fines de semana, si logro eludir compromisos, no salgo de casa. Como máximo algún sábado por la mañana paseo por librerías y salas de exposiciones. Entonces es cuando leo manuscritos, boligrafo en mano y con todo el tiempo por delante. a menudo no almuerzo hasta las cuatro o a las cinco de la tarde, cuando he terminado el texto; otras veces, si no es posible acabarlo, pero tengo ganas de seguir, un almuerzo ligero -ensalada, fruta para que la digestión no estorbe. Y también cada vez más a menudo, escribo artículos".
Foto: Jorge Herralde en su oficina