martes, 2 de febrero de 2010

El mayor esteta del crimen

El considerado mayor esteta del crimen, Thomas De Quincey nació el 15 de agosto de 1785 en el poblado de Greenheys, en Manchester, Inglaterra. Quedando huérfano de padre a temprana edad, tuvo que formarse con el profesorado de un triste colegio como única autoridad paterna.
Llegada la adolescencia decide partir a Londres para arreglar su posición tutelar, y ya arreglada ésta vaga por la gran ciudad hasta que obtiene techo en un mugriento despacho de un sórdido agente de negocios, que asimismo alojaba a una enfermiza jovencita, tan desamparada como De Quincey. De esta mujer y de otra chica llamada Ana, una muchacha de la calle, se sabe que fueron sus grandes compañías en esos duros días de extrema pobreza.
Tras de algunos intentos, ingresa a la Universidad de Oxford, donde conoce las sensaciones que el opio produce. Ningún biógrafo ha logrado entrever cómo y por qué el llamado padre de la nota roja fue inducido en la droga de moda del siglo XIX. Su afición al opio da inicio en 1804, aunque no en forma constante, pero a partir de 1813, según propias palabras se convirtió en un "opiómano regular e inveterado".
Su opiodependencia no le impidió codearse con la crema y nata de la intelectualidad de su época. Dichos contactos lo indujeron en 1809 a trasladarse a Grasmere. Allí contrae nupcias en 1816 con Margaret Simpson, con quien procrea cinco varones y tres niñas.
Retorna en 1820 a Londres para colaborar en diversos periódicos y en 1828 hace maletas para dirigirse a la que sería su última morada, Edimburgo. Tras su fallecimiento, el 8 de diciembre de 1859, su obra, formada por varios estudios e investigaciones sobre la filosofía y la narrativa germánica, tratados y monografías, artículos de economía, historia y crítica literaria, así como un sinnúmero de artículos periodísticos, fue reunida en más de quince tomos.
En sus dos artículos publicados en el Blackwood's Magazine en 1827 y en 1829 y un Post scriptum de 1854, reunidos en el volumen denominado Del asesinato considerado como una de las bellas artes (Alianza), Thomas de Quincey otorga a la privación de la vida un irónico y extraño calificativo estético alabable al apuntar en éste que "los asesinatos tienen sus pequeñas diferencias y matices de mérito, al igual que las estatuas, cuadros, oratorios, camafeos, grabados, etcétera". Este señalamiento obviamente escandalizó a la Sociedad de Conocedores del Asesinato, a la cual se dirigía el propio de Quincey, y no sólo a éstos, sino a la comunidad británica de aquel entonces.
El primer artículo se concibió como una conferencia relacionada con el homicidio, y fue leída ante la mencionada agrupación; el segundo son las actas de una cena conmemorativa del club, quedando ambas piezas clásicas del humorismo inglés reflejadas en otra de sus frases más citadas: "Si uno comienza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del Día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente".
Por el contrario, en el Post sciptum, al relatar los célebres asesinatos de Williams y los hermanos M'Kean, enseña la otra cara de la moneda al percibirse en su escritura una angustiada meditación sobre el horror producido al concebir la presente memoria. Y así lo dice el estudioso y traductor de su obra, el peruano Luis Loayza, al referirse que con esta crónica De Quincey "logró al fin la obra maestra, el definitivo exorcismo de sus fantasmas".
Aquí cabría colocar una advertencia al lector ávido de narraciones policíacas y detectivescas, en el libro no habrá de encontrar enmarañadas pistas, ni hábiles buscadores de criminales, pues como propone Loayza "a De Quincey no le interesa el asesinato por su abstracción sino por su tremensd materialidad (...) A lo sumo concede que el misterio es un elemento valioso...". El Post scriptum es la contraparte de los artículos, ya que en ellos narraba a vuela pluma los hechos, juzgándolos por fuera, y aquí nace una verdadera recreación de los asesinatos, aún cuando que entre los crímenes y la narración existe una brecha de más de cuarenta años.
No por nada, otro gran esteta del crimen, Carlos Monsiváis, señala en el que seguramente será otro clásico en el género de la nota roja, Los mil y un velorios (Alianza), sobre la inmortalidad del libro del padre de la nota roja: "Muy probablemente, el mejor texto sobre las condiciones de la nota roja, o del morbo intenso sobre los crímenes sea Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1827) de Thomas de Quincey. Esta indagación clásica, de originalidad tan extrema como el texto de Jonathan Swift, Una modesta proposición, sitúa las ambiciones estéticas del morbo, que busca hallar el virtuosismo criminal (...) De Quincey por supuesto tiene razón. En la nota roja, entre mentiras y drásticas inexactitudes (nada es como se cuenta, salvo los muertos), el morbo adquiere caulidades de 'pesadilla tranquilizadora' ".
Foto 1: Thomas De Quincey.
Foto 2: Portada del libro Del asesinato considerado como una de las bellas artes
Foto 3: Carlos Monsiváis