jueves, 3 de septiembre de 2009

La nueva musa de Woody allen

Mi cineasta favorito, Woody Allen, logró convencer en su reciente visita a París a la más mediática y más bella de la primeras damas del orbe, la ex modelo Carla Bruni, de inscribirse al club de sus musas. Para agradarle, el genial director ya está maquinando cual será el papel estelarísimo que entregará próximamente a la mujer que le quita el sueño al mismísimo hombre fuerte de Francia, Nicolas Sarkosy.
Y para que no quedará en un simple rumor, Allen comentó en esa ocasión a la prensa, al termino de sus entrevistas referentes al estreno en la ciudad luz de su más reciente cinta
Whatever Works, que estaba seguro que la Bruni sería maravillosa para encarnar alguno de sus personajes. “Tiene carisma y ya ha actuado, por lo que no es desconocida para la audiencia. Existen diversas formas en donde utilizarla, aunque aun no tengo una historia para ella en este momento”.
Tras la conferencia de prensa, trascendió que el realizador fue recibido en el
Palacio del Elíseo por el matrimonio Sarkozy para tratar detalles del proyecto, del cual únicamente se sabe que se filmará en la capital francesa y Mediapro será la productora del filme.
Aunque muchos deseamos que la aparición de Bruni se concrete ya desde esta 2009, la agenda de Allen sólo le permitiría trabajar con ella hasta el verano de 2010. Sin embargo, el proyecto podría caerse si Sarkozy considera que no es adecuada la participación de su mujer en la película.
Para festejar la posible incorporación de la ex modelo en el museo de Allen, releo en el
Blog de Cine y 1/2 de la revista NEXOS en línea, "Permanencia voluntaria", el texto de David Miklos dedicado al estreno de Whatever Works, intitulado: “Woody Allen: 40 años como director” ahí narra que esta cinta es su película número 39 realizada para la pantalla grande, y que han pasado 40 años desde el estreno de su opera prima, Take the Money and Run (1969), que en México la denominaron Robó, huyó y lo pescaron.
Miklos escribe que no cabe duda que la mejor época de Allen es la década de los setenta, que en su parecer culminó, hace 30 años, “con la intimista Manhattan (1979)”.
Partiendo de la película que catapultó a los oscares y al estrellato al también jazzista al estrellato, Annie Hall (1977), menciona que con ella la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood reconoció la existencia de un genio. “Antes de Annie Hall, todo era humor. Un humor intelectualizado, aunque cándido. Annie Hall significó tanto el viraje en la carrera directoral de Allen como en su conquista de Manhattan, su ciudad, como territorio fílmico insuperable”.
Al recorrer los ochenta en la obra de Allen Stewart Konigsberg (verdadero nombre del cineasta), el autor de La piel muerta (Tusquets) subraya que estos “arrancan con otra joya: Stardust Memories (1980) su gran homenaje a la colosal 8 ½ (1963) de Federico Fellini, luego de haberle rendido cuentas a su santo patrono Ingmar Bergman con Interiores (1978)”. El también autor de La gente extraña (Tusquets) indica que esa década culmina para Allen con Crimes and Misdemeanors
(1989), luego de otro homenaje al Bergman de Smultronstället (1957) -es decir, Fresas silvestres-, con Another Woman (1988) –y con la actuación de una Gena Rowlands más allá de la influencia de su marido John Cassavetes, quien moriría al año siguiente– y su renovación de Manhattan con Hannah and Her Sisters (1986)”
Para su visión de los noventa, Miklos señala que es quizá la que más altibajos representa en la carrera de Allen, “además de que significa su ruptura con Mia Farrow –la mujer a la que más dirigió– y un escándalo en el que, aquí y ahora, no vale la pena gastar tinta (o bytes), aunque culmina con otra obra maestra, estrenada hace 10 años exactos: Sweet and Lowdown (1999), con la actuación de un Sean Penn inolvidable.
Para la década en curso, el escritor nacido en Texas, pero avecindado en México subraya que traspuesto el umbral del siglo XXI, Allen deja Manhattan atrás y se pone a filmar en Londres, “fiel a su público europeo, escenario de Match Point (2005) –una revisión puntual y aún más cruda de Crimes and Misdemeanors: la victoria de la impunidad (y de la suerte, el azar) ante las `buenas intenciones´–, nuevo viraje y lanzamiento de nuestro director a las grandes masas consumidoras de cine (y confesémoslo: nadie nos ha mostrado mejor a Scarlett Johansson que Woody Allen)”.

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