sábado, 30 de junio de 2012

Abril de 1996

Fernando del Paso
En la entrega correspondiente de mi colaboración de Abril de 1996 para Revista de Revistas, publicación de Excélsior, se me encargó entrevistar a Fernando del Paso, quien en esos momentos había publicado una novela policiaca, Linda 67. Historia de un Crimen, en aquel entonces publicada en Plaza & Janés y posteriormente reeditada en Obras II, coedición de El Colegio Nacional y el Fondo de Cultura Económica, dicha conversación se publicó en la página 60 y llevó como título “A la escritura nunca le he podido dedicar más de cuatro horas diarias: Fernando del Paso”. 
Dos meses antes de nuestro encuentro, Fernando del Paso ingresó en El Colegio Nacional el 12 de febrero de 1996. Su discurso de ingreso, “Yo soy un hombre de letras”, fue contestado por el doctor Miguel León-Portilla.
La biografía oficial que le menciona como miembro de dicha institución a la letra dice que Fernando del Paso Morante nació en la ciudad de México en 1935. Curso los bachilleratos de ciencias biológicas y económicas, así como dos años en la Facultad de Economía de la UNAM. Su primera novela, José Trigo, fue publicada en 1966, año en el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia. En 1976 apareció Palinuro de México, que recibió el Premio de Novela México a la mejor novela inédita y, posteriormente, el Premio Internacional Rómulo Gallegos (1982) y el Premio a la Mejor Novela Publicada en Francia (1985). Su tercera novela, Noticias del Imperio, fue publicada en 1986. De estas dos últimas obras existen traducciones al inglés, francés, portugués, alemán, holandés y chino. En 1995 se publicó su cuarta novela, Linda 67. Historia de un crimen; en 1998 La muerte se va a Granada, obra de teatro en verso sobre Federico García Lorca, y en 1999 Cuentos dispersos, libro editado por la UNAM.
Del Paso ha escrito también ensayo y poesía, además de una serie de sonetos bajo el título Sonetos del amor y de lo diario. Publicó dos pequeños libros en verso para niños: De la A a la Z por un poeta, y Paleta de diez colores. Trabajó en diversas agencias de publicidad y ha incursionado también en el periodismo cultural. Vivió dos años en Estados Unidos (como participante del International Writing Program, de la Universidad de Iowa City, catorce en Londres (como colaborador de la British Broadcasting Corporation) y ocho en París, donde se desempeñó como consejero cultural y después como cónsul general de México.
Entre 1997 y 1998, la exposición titulada “Destrucción del Orden”, compuesta por quince obras de técnicas mixtas, recorrió varias ciudades del país. Como dibujante y pintor ha presentado sus obras en Londres, Madrid, París y varias ciudades de Estados Unidos. Su serie 2000 caras de cara al 2000 se presentó en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México, en el Hospicio Cabañas, en la ciudad de Guadalajara, y en el Festival Internacional Cervantino, en Guanajuato. También ha expuesto en el Museo Carrillo Gil.
En 1991 le otorgaron el Premio Nacional de Letras y Artes, y en 1998 fue nombrado Miembro Honorario de The American Association of Teachers of Spanish and Portuguese.
Asimismo, la página en internet menciona que es uno de los novelistas mexicanos más originales; pues, su José Trigo, que describe la vida de un hombre en un paralelismo con el movimiento ferrocarrilero de 1958, es una búsqueda exhaustiva del lenguaje y de las estructuras literarias; en Palinuro de México alude al Movimiento Estudiantil de 1968 y su interrelación con la ciencia, en Noticias del Imperio penetra en la mente enloquecida de Carlota; en Linda 67. Historia de un Crimen incursiona en la novela policial.
Eterno aspirante al codiciado Premio Nobel de Literatura, al lado del recientemente fallecido Carlos Fuentes, mi interlocutor inició la plática con un señalamiento. “Estoy seguro que no me otorgarán el Premio Nobel, ya que el académico sueco que era el principal promotor de los escritores latinoamericanos por desgracia ya murió, y los otros miembros, aunque hablan varios idiomas, no manejan el español, además que yo sepa a nadie le han otorgado este galardón por dos o tres libros, entonces sería casi imposible que tuviera la fortuna de saberme ganador”.
El Director de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz, que se definió en ese día como un pequeño burgués que estudió en la escuela Benito Juárez, refirió que desde niño deseó ser pintor, aun cuando después se frustró y descubrió a los veinte años que lo que realmente le interesaba era la literatura, gracias a los consejos del colombiano Antonio Montaño y del mexicano José de la Colina.
El bisnieto de Francisco del Paso y Troncoso también refunfuñó en esa plática por lo que a él le pareció un arribo tardío de mi parte y masculló: “has llegado 25 minutos tarde”, al momento que retiraba de su muñeca izquierda un reloj de pulso con 20 minutos de adelanto para depositarlo en una mesa redonda de centro negra que sirvió para dar cabida a mi grabadora y a dos libros de su autoría, Palinuro de México y Linda 67. Historia de un Crimen.
El pretexto para acercarme en ese ayer al Premio Nacional de Lingüística y Literatura 1991 fue el que me platicara por qué después de tres grandes obras en ese momento concebía una novela que la crítica consideraba muy lejos de su capacidad creadora.
Indicó que para relajarse, el otrora agregado cultural y cónsul en la Francia de François Mitterand siempre tuvo la idea de hacer un thriller.
Al ir de vacaciones con su familia a Manzanillo, en un par de ocasiones, comenzó a cristalizar el proyecto. En esos viajes le fascinaba leer las narraciones publicadas bajo “El séptimo sello”, colección fundada por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares en Buenos Aires, serie de la cual debió haber leído aproximadamente cincuenta obras. De esos días nace también su gusto por Agatha Christie, George Simenon, Ellery Queen, Rex Stout, Patricia Highsmith, Raymond Chandler, Dashiell Hammett y Gaston Leroux.
El también miembro honorario del Seminario de Cultura Mexicana acentuó que lo más importante al plantearse la escritura de una novela policiaca fue el deseo de enfrentarse al reto. “Desde hace treinta años ya tenía la idea de la trama, que data de la época de José Trigo. Hasta el año pasado (1995) impulsado por una necesidad incontenible me decidí a redactarla, no sin antes sentir temor al saber que sería una ‘obra menor’ a las anteriores. Por esa razón no le dije a nadie que estaba escribiendo un thriller, sólo lo sabía mi hermana, mi mujer y mis hijos. Yo quería estar seguro de lo que realizaría y no crear una expectativa y luego defraudar. Ya que vi que era una novela respetable me decidía publicarla”.
Hizo una pausa, pidió unos minutos para revisar su PC, se inclinó y tomo un cable, que al parecer no funcionaba correctamente. Observó, pensó y decidió. “Continuemos, no quiere funcionar bien”, dijo al momento de sujetar firmemente con una mano alguna hojas. Conservó la otra libre para mostrar énfasis.
“Dudaba en dónde situarla, quería hacerlo en una ciudad de habla inglesa, de preferencia en los Estados Unidos. San Francisco fue la entidad elegida, la visité y comencé a elaborar la novela. Luego regresé por un periodo más largo, tres semanas. Ya en México la terminé. En los diez meses que duró su proceso me divertí mucho, algo raro en mí”.
Según Fernando del Paso existe una brecha enorme entre la novela policiaca y el thriller. “En la novela policiaca hasta el final se sabe quien es el autor del crimen y en el thriller se conoce quien es el asesino desde el inicio. En toda novela de este tipo se debe conservar el misterio y un suspenso que atraiga la atención hasta del más incrédulo lector, respetando siempre la primera, y más importante de las veinte reglas establecidas por S.S. Van Dyne, entre las cuales una dice que el lector debe tener las mismas oportunidades que el detective para descubrir el acertijo ahí presentado, para que se mantenga al lector con el suspenso hasta la última página”.
Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz
Con una camisa gris claro, pantalón de casimir de la misma tonalidad, calcetines azul marino y zapatos color marrón, encontré a un fatigado hombre que pese a las dolorosas enfermedades que ha venido padeciendo, la muerte le viene huyendo. “Tuve un cáncer a los 27 años, después en París un infarto al miocardio, al momento de dirigirme a mi oficina del Consulado General de México. Tengo periodos largos de buena salud y luego me viene una etapa con muchos problemas, recaigo, pero me vuelvo a levantar”.
El diagnóstico no auguraba nada positivo. Esa misma tarde fue intervenido quirúrgicamente. La situación se había complicado al encontrarse “una ruptura de corazón”, padecimiento muy raro del que pocos viven para contarlo. El cardiólogo francés que lo atendió con buena fortuna, había comentado que la suerte le sonrió al intelectual mexicano, porque al formársele un coágulo, éste impidió que la sangre abandonara el corazón, tal como ocurre en porcentajes muy altos.
Al contrario de lo que pudiera pensarse de este hombre que a los 22 años se casó con el amor de su vida, Socorro, el proceso creativo le produce un gran sufrimiento, y trata lo más que puede de postergar el momento de enfrentarse al teclado, buscando cualquier excusa para no iniciar con ello.
“A la escritura nunca le he podido dedicar más de cuatro horas diarias. Es algo que me agota tanto física como mentalmente. Yo puedo estar pintando y dibujando hasta ocho horas diarias, pero a la escritura sólo le puedo dedicar tres o cuatro horas cuando mucho”.

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