sábado, 15 de agosto de 2009

El fantasma del Macarthismo

Al develar algunos documentos clasificados sobre la presunta participación comunista del celebre director de orquesta estadounidense Leonard Bernstein, The New Yorker abre de nueva cuenta viejas heridas aun sensibles entre la comunidad intelectual estadounidense, la cicatriz de la “caza de brujas”.
A mediados del pasado siglo, la extinta URSS consigue descifrar el misterio atómico y comienza la carrera armamentista con la potencia norteamericana. Todos los sectores del establishment tiemblan; por doquier ven teorías conspirativas. Estados Unidos vive un cisma sin precedente entre los hacedores de ideas de tendencia liberal. Para controlar la efervescencia ideológica, a los más participativos se les señala como comunistas, para luego ser inscritos en la famosa lista negra.
Obviamente no podía faltar el “salvador de la patria”, y el primer demagogo que se autoproclamo fue el senador por Wisconsin Joseph McCarthy, que de inmediato formo un comité de actividades antiamericanas, con el cual hizo desfilar a centenares de intelectuales y artistas, principalmente a los de Hollywood para ser cuestionados de sus andanzas.
La vigilancia a la que la Oficina Federal de Investigación (FBI) sometió a Bernstein inició en los años cuarenta, cuando la “caza de brujas” aún no daba inicio. Corría marzo de 1949 y David Niles, un asistente del por entonces presidente Harry S. Truman, solicitó confidencialmente información al principal brazo de investigación del Departamento de Justicia estadounidense sobre el hombre de la batuta, debido a que el mandatario estadounidense tenía previsto acudir con su homólogo israelí a una representación ofrecida por el creador de West Side Story.
El memorándum del Buro fue tajante: Bernstein estaba conectado, afiliado o de alguna manera relacionado con organizaciones de tendencia izquierdista. Posteriormente, algunos agentes, según The New Yorker, advirtieron a las autoridades el 16 de agosto de 1971 que el compositor planeaba, junto con otros correligionarios, hacer quedar mal al presidente y otros funcionarios del gobierno mediante una composición antibélica, su famosa Mass.
El gran oratorio escénico había sido pedida por Jacqueline Kennedy Onassis para la apertura del Centro Kennedy para las Artes Interpretativas, en Washington. Después de las advertencias de la FBI, el entonces presidente Richard Nixon decidió no asistir a la ceremonia de apertura, argumentando que no deseaba opacar la presencia de la viuda de John F. Kennedy.
La lista negra

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